


La leucemia
La leucemia es un tipo de cáncer. La denominación cáncer engloba más de 100 trastornos que tienen en común dos importantes características. La primera de ellas es que un determinado tipo de células del organismo se vuelven anómalas. La segunda es que estas células anómalas son producidas en grandes cantidades.
La leucemia consiste en la proliferación incontrolada de una población anómala de células de la sangre. Estas células anómalas infiltran la médula ósea, impidiendo la producción de las restantes células normales, e invaden la sangre y otros órganos.
Para una mejor comprensión de esta enfermedad, es necesario conocer las células sanguíneas y sus funciones.
La sangre está constituida por un líquido denominado plasma y tres clases de células, cada una de las cuales desempeña una función específica.
Tipos de células sanguíneas
La sangre está constituida por un líquido denominado plasma y tres clases de células, cada una de las cuales desempeña una función específica.
- Los glóbulos blancos, también denominados leucocitos, son los encargados de la defensa del organismo contra las infecciones. Bajo esta denominación se incluyen distintos tipos celulares que suelen agruparse en dos grandes grupos: las células mieloides y las células linfoides. En el primero, destacan por su importancia, neutrófilos, monocitos, basófilos y eosinófilos; en el segundo, linfocitos T y linfocitos B.
- Los glóbulos rojos, llamados asimismo hematíes o eritrocitos, se ocupan de transportar el oxígeno desde los pulmones a los tejidos, y de llevar de vuelta el dióxido de carbono de los tejidos hacia los pulmones para su expulsión. Los hematíes dan a la sangre su color rojo característico.
- Las plaquetas o trombocitos, colaboran en la coagulación de la sangre cuando se produce la rotura de un vaso sanguíneo.
Todas las células de la sangre son el resultado de la diferenciación y maduración de las células madre, también denominadas progenitores hematopoyéticos. En el adulto, las células madre se localizan en la médula ósea, sustancia blanda y esponjosa que se halla en el interior de los huesos.
En condiciones normales, la producción de células sanguíneas tiene lugar de forma controlada, a medida que el cuerpo precisa de ellas. La alteración de este equilibrio origina diversas enfermedades; unas se deben a una insuficiente producción de todas las células sanguíneas (aplasia medular) o de algún tipo específico de las mismas (eritroblastopenias, amegacariocitosis, agranulocitosis); otras son causadas por la producción de células incapaces de realizar las funciones que le son propias y en cantidades insuficientes (síndromes mielodisplásicos) y, finalmente, otras son debidas a la producción de células cancerosas en grandes cantidades (leucemias).
Linfoma
Enfermedad tumoral, pero de otro tipo de células, los linfocitos, que residen normalmente en los ganglios linfáticos y en muchos tejidos con contacto con el exterior (tubo digestivo, pulmones, piel, etc).
Los ganglios son estructuras normales con una forma y tamaño similar a una judía, distribuidas por todo el organismo (cuellos, axilas, tórax, abdomen y pelvis) para la defensa de cualquier tipo de agente infeccioso que pueda entrar a través de la piel o esos tejidos con contacto con el exterior. Se pueden palpar de forma normal a los lados del cuello y son los que se inflaman con las infecciones de la garganta.
También por causas que desconocemos, las células que residen en estos ganglios, los linfocitos, se pueden transformar en tumorales y crecer incontroladamente invadiendo sucesivamente los ganglios vecinos, que aumentan de tamaño y comprimen o destruyen los órganos vecinos.
Hay linfomas de dos tipos: Hodgkin y no Hodgkin. Los primeros son más fáciles de tratar y curar. Entre los segundos los hay más agresivos (alto grado) y más crónicos (bajo grado). Pueden afectar a todas las edades, sexo o raza. Pueden iniciarse en cualquier sitio del organismo donde haya tejido con linfocitos, pero lo más frecuente es en los ganglios del cuello o del abdomen.
Todos los linfomas tienen tratamiento que siempre es quimioterapia y a veces radioterapia.
En los linfomas casi todo el tratamiento es ambulante y se administra en lo que llamamos Hospital de Día con un control muy estrecho en Consulta Externa. El tipo de tratamiento y su intensidad varía mucho según el tipo de linfoma pero generalmente la quimioterapia se administra durante tres a cinco días cada tres semanas durante un total de 6 a 8 meses. En muchos casos se completa con un trasplante autólogo de progenitores de la sangre, lo que permite intensificar las dosis de quimioterapia para aumentar su eficacia. Posteriormente se necesita un seguimiento en consulta de varios años para asegurarse de la curación y encargarse de cualquier posible problema.
Hoy en día se pueden curar el 80% de los linfomas tipo Hodgkin y hasta un 60% de los no Hodgkin cuando son de alto grado. Los de bajo grado, más crónicos en indolentes son más difíciles de erradicar, pero se controlan con un tratamiento menos intenso y más continuado que permite vivir hasta 10 años y con una calidad de vida bastante buena.
Los avances en el tratamiento de estas dos tipos de tumores hematológicos han sido espectaculares en los últimos años. Hay que considerar que, salvo en los niños, ambas enfermedades eran mortales en el 100% de los casos hace 35 años.
Sólo gracias al desarrollo de la quimioterapia y sobre todo a la intensificación que permite las diferentes modalidades de trasplante, se obtienen los resultados antes comentados. Debido a que aún hay fracasos, recaídas y mucha toxicidad relacionada con la propia quimioterapia, la investigación en este terreno es muy activa, particularmente hacia nuevas áreas como el uso óptimo de drogas moduladoras de la respuesta biológica (Interferón), utilización de anticuerpos contra antígenos propios del tumor (Anticuerpos monoclonales), manipulación de los genes celulares que han provocado la transformación tumoral (terapia génica), etc.
La Fundación Leucemia Linfoma se ha creado con el ánimo de potenciar la investigación a nuestro alcance, en nuestro país y en nuestros hospitales, para el tratamiento de ambas enfermedades y otras enfermedades de la sangre así como para prestar apoyo a los pacientes y sus familiares.
Mieloma
Descripción
El mieloma múltiple (o MM) es un cáncer que afecta a las células plasmáticas, un tipo de glóbulo blanco que se localiza preferentemente en la médula ósea. En condiciones normales las células plasmáticas producen unas proteínas llamadas inmunoglobulinas (o anticuerpos) que circulan por la sangre y cuyo objetivo es la defensa del individuo, reconociendo y atacando toda materia extraña que entre en el organismo.
En el MM estas células se producen en exceso, desplazando a las células normales de la médula ósea (hecho que dificulta la producción normal de glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas) y lesionando los huesos que contienen la médula ósea (hecho que comporta dolores óseos y posibles fracturas). Además, estas células plasmáticas producen inmunoglobulinas anómalas y en cantidades excesivas que pueden detectarse en la sangre y/o en la orina. Estas inmunoglobulinas en exceso interfieren en diversas propiedades de la sangre, en el normal funcionamiento de los riñones, y favorecen el desarrollo de infecciones.
La edad media de los pacientes con MM es de 65 años, siendo muy infrecuente antes de los 50. Su incidencia es elevada con 30-50 nuevos casos por millón de habitantes y año, cifra que representa el 1% de todos los cánceres y el 10% de los cánceres de la sangre.
Principales síntomas
El principal síntoma es el dolor óseo. Puede aparecer en cualquier localización pero los más frecuentes son los que se inician en columna vertebral y en las costillas. Otras posibles manifestaciones del MM son consecuencia de la falta de glóbulos rojos (cansancio, debilidad, palpitaciones, mareos) o de la alteración del normal funcionamiento de las plaquetas (fácil aparición de hematomas, sangrado de nariz o encías). Además, pueden existir pérdida de peso, infecciones frecuentes, fracturas óseas sin una causa evidente y, en ocasiones, la aparición de verdaderos tumores de células plasmáticas (plasmocitomas).
Estudio
El diagnóstico de MM se basa en la demostración de una cantidad anormalmente elevada de una determinada inmunoglobulina en la sangre o en la orina y un exceso de células plasmáticas en médula ósea. Para ello deberán efectuarse diversas extracciones de sangre y de médula ósea (mediante punción del esternón o del hueso de la cadera y aspiración con una jeringa). De igual modo deberá analizarse la orina de 24 horas para valorar si la mencionada inmunoglobulina anómala está presente y en qué cantidades. Finalmente, deberán efectuarse radiografías de todos los huesos del esqueleto para ver si han sido dañados por la enfermedad.
Tratamiento
Las formas más leves e incipientes pueden no requerir tratamiento, siendo suficiente valorar periódicamente su evolución para constatar si el MM se mantiene estable o progresa. En caso de requerir tratamiento, éste se basará en la quimioterapia intravenosa en los pacientes menores de 70 años o por vía oral en los de más edad. La finalidad del tratamiento es siempre frenar la evolución de la enfermedad y mejorar los síntomas ya que, lamentablemente, ninguno de ellos puede curarla. De todas maneras, muchos pacientes logran una desaparición de todos los síntomas (remisión completa) o parte de ellos (remisión parcial) y alteraciones analíticas que pueden mantenerse muchos meses o años. Estos resultados se han obtenido con diversas combinaciones y dosis de agentes quimioterápicos.
El único tratamiento del MM con posibilidades curativas es el trasplante de médula ósea a partir de un donante compatible. Lamentablemente, la avanzada edad de la mayoría de los pacientes y la elevada toxicidad del procedimiento, hacen que pueda emplearse en contadas ocasiones. En la actualidad se está investigando si una nueva modalidad de trasplante menos tóxica, los trasplantes de intensidad reducida, puede ser útil para tratar a estos pacientes. En los pacientes que no se consideren candidatos a este tipo de trasplante, la realización de un trasplante de médula ósea del propio paciente (trasplante autólogo) permite mejorar y prolongar la respuesta alcanzada con la quimioterapia.
La radioterapia es muy efectiva para el tratamiento de los dolores óseos y las formas localizadas de la enfermedad.
El interferón se suele emplear a continuación de la quimioterapia o el trasplante autólogo para ayudar a mantener la remisión alcanzada. Puede administrárselo el propio paciente 2 ó 3 veces a la semana mediante una simple inyección subcutánea.
Los bifosfonatos (etidronato, pamidronato, clodronato, celedronato) son agentes que inhiben la actividad de los osteoblastos, células responsables de la destrucción ósea, y favorecen la recalcificación del hueso. Por ello, suelen administrase una vez al mes y de forma prolongada a todos los pacientes con mieloma